Vuelta al mundo - Finlandia-Rusia 2008 |
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En este viaje recorrimos Finlandia, Noruega, Suecia y Rusia, primero en coche y luego en tren. Es una aventura más tranquila que la de países más "exigentes", como los de África y Asia, pero vale la pena.
No sales del primer mundo (salvo en algunos barrios de Moscú), de modo que es fácil orientarse, encontrar comida y agua o sitios donde dormir.
Una de las cosas flipantes es el sol de medianoche, poraue a partir de Rovaniemi (en la mitad de Finlandia) hay 24 horas de luz en junio-julio. Es muy especial, y ves a la gente salir con los críos pequeños a jugar a la calle a la una, las dos o las tres de la madrugada. Se suben a los columpios de los parques, pescan, juegan al fútbol… Y entonces te das cuenta de que tienen que aprovechar el sol del verano, porque luego no volverán a verlo en todo el invierno (24 horas de noche en lo más crudo).
La gente es amable. Sobre todo en Finlandia. En Noruega son bastante más careros. Y en un caso nos timaron descaradamente (en un hotel). O sea que sí, son muy civilizados, pero ojo.
Los paisajes son lo mejor. Y están por todas partes: la naturaleza no ha sido estropeada, ni siquiera en las ciudades (salvo en las grandes).
La llegada a Moscú fue épica. La estación de tren era un caos. No entiendes ningún letrero. Estaba lleno de gente y no se podía dar un paso. Nadie sabía donde estaba nuestro hotel. Ni los taxistas. Nos cogió un conductor que dijo saberla, pero no, tuvo que preguntar a otro colega que, al fin, tras muchas explicaciones, pareció aclararle algo a nuestro taxista. El taxi era un poema. Llovía. No se veía un pimiento. El parabrisas estaba totalmente empañado y el conductor condujo a toda velocidad por los escalextrics moscovitas, atestados de coches. Plazas, avenidas, rotondas, semáforos decrépitos, puentes… Empezamos a pensar que nos la estaban jugando. Le dimos palique al chófer, hablando fuerte, como si estuviéramos muy seguros de nosotros mismos… Al final, sólo fue un caso más de paranoia del viajero, un mecanismo de supervivencia que a veces te puede jugar malas pasadas…
Moscú vale la pena. Y yo diría que San Petersburgo más. De hecho todavía discutimos si es más bonito el San Basilio de la Plaza Roja de Moscú o la Iglesia de la Sangre Derramada de la avenida Nevski de San Petersburgo…
No os lo perdáis. Está muy cerca, y al mismo tiempo ¡tan lejos…!
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